Perdí $500 en la tragaperras… y me encontré

Solía pensar que ganar era una danza—y bailaba con fuerza. Cada giro sonaba como un tambor en Rio, pero las luces nunca parpadeaban para mí. Gasté $500 en una noche persiguiendo ‘cartas extras’, ‘líneas dobles’ y ‘piscinas de bonificación’—solo para ver cómo se esfumaba mi cuenta mientras los carretes rosados seguían girando. Pensé que si jugaba más, más fuerte, más rápido—recuperaría lo perdido. Luego vino el silencio. Una noche, tras 17 derrotas seguidas, me senté en el sofá y observé las luces de la ciudad por la ventana—no porque esperaba ganar, sino porque algo empezó a cantar. El RNG no mentía. La máquina no estaba trucada—era honesta. Y así lo era yo. Resulta que el juego no estaba diseñado para hacerte rico: estaba diseñado para hacerte permanecer. En West Loop, donde ritmos afro-latinos encuentran la ciencia de datos y la filosofía existencial, no jugamos tragaperras: jugamos nosotros mismos. ¿Tu próximo giro? No apuestes más. Solo respira más hondo.